lunes, 28 de octubre de 2013

"Breve" reflexión sobre la identidad digital

Hace no muchos años el perfil público de la mayoría de las personas se circunscribía al círculo más cercano de compañeros de trabajo y vecinos, más allá de los lazos familiares. La vida en la ciudad había aportado un cierto grado de privacidad a muchas personas que habían visto hacerse realidad en su caso el viejo refrán de “pueblo pequeño, infierno grande”. A este respecto, me gustaría hacerme eco de una reflexión recogida del blog de Armando Lacouture “este refrán popular en mi época de infancia, era utilizado para expresar el sufrimiento que implicaba vivir en un pueblo pequeño, donde casi todos eran conocidos y por tanto, cualquier cosa que hicieramos, en pocos minutos era conocido por todo el pueblo; pero también, implicaba un riesgo enorme y era el de los efectos de los falsos rumores (…)”.

Cuando el sociólogo canadiense Marshall McLuhan acuñó el término “Aldea Global” corría el año 1962 y no sé si el mismo era consciente de hasta dónde llegaban las consecuencias socioculturales de la comunicación inmediata y mundial de todo tipo de información posibilitada y estimulada por los medios electrónicos de comunicación. La aparición de internet incrementó exponencialmente ese apellido de Global y los tiempos se han reducido hasta la inmediatez.

Pero ahora, me gustaría hacer hincapié en el término de Aldea y aun estando convencido de que estoy haciendo uso de una figura rebuscada, obviar el sentido bucólico que nos puede transmitir la palabra aldea y sustituirlo por una imagen peyorativa cuando afirmo que sí, con la aldea global hemos vuelto a ese infierno grande al que me refería antes, del que hemos recuperado la propagación de insidias, falsos rumores, que ha servido para dar pábulo a maledicencias…A través de las redes nos hemos convertido en vecinos de un pequeñito pueblo en el que cualquiera puede asomarse a nuestras ventanas (con o sin nuestra autorización o más bien sin nuestro conocimiento) y a partir de ahí comentar el estado de nuestra “casa”. Y ¿qué podemos hacer entonces? Pues en primer lugar ser muy conscientes de que esto puede pasar y tomar medidas preventivas al respecto; precisamente el dejar las puertas abiertas de nuestra casa (colgar información personal sin restringir quién puede verla o manejarla) o facilitar las llaves de la misma (no ser conscientes de que lo que compartimos aún con un círculo íntimo puede ser repicado por esos) es causa hoy en día de serios inconvenientes personales y/o laborales: un/una aspirante a ocupar un puesto en (pongamos por ejemplo) un bufete de abogados después de una brillante carrera, máster… puede ver truncada su contratación por una foto poco afortunada (posiblemente inocente, pero sacada de contexto) de diez años atrás y colgada por un amigo en facebook. A este respecto recomiendo la lectura del artículo “Uno de cada diez jóvenes no consigue trabajo por su perfil en redes sociales

Pero ¿qué ocurre cuando se utiliza sin mi autorización y hasta se difunden datos personales (aparentemente de forma inocente) sin tener yo conocimiento de ello? Aquí me gustaría exponer una experiencia personal y que valga, en la medida de lo posible, de ilustración. Hace ya cuatro años recibí una notificación de una compañía de telefonía móvil porque ellos decían que había dado de alta dos líneas de móvil de las cuales me reclamaban el pago de más de 500 euros. Deshecho el entuerto de que no era yo quien las había dado de alta sino que habían suplantado mi identidad y ellos no lo habían comprobado (en un proceso largo, nada fácil y después de denunciar ante la Guardia Civil), aún tuve que oír por parte de una de las personas encargadas de la compañía telefónica una recriminación por dejar mis datos fácilmente accesibles en la red (lo cual no hizo sino incrementar mi cabreo).

 ¿En qué momento no había sido yo cuidadoso con mis datos? Pues bien, ese año me había presentado a las oposiciones de Secundaria y desde la Consejería se habían publicado las listas de aprobados, vacantes, sustituciones… (no tengo que precisaros nada que no sepáis). En dichas listas constaban nuestros nombres y por supuesto el DNI. A partir de ahí se pueden obtener en la red otros datos (dirección, teléfono…). El caso es que he coincidido con hasta cuatro compañeros (que están en mis mismas listas) a los que les ha ocurrido algo similar, aunque en el caso de uno de ellos la supuesta factura superaba los 17.000 euros. Es imposible controlar todos esos datos; mañana haremos una gestión ante una administración pública y puede que salga publicado en el boletín correspondiente. En este caso, mi único consejo, ante el mal uso de tu identidad: denuncia.

Me gustaría cerrar esta entrada con un mensaje positivo pese a todo lo expuesto anteriormente: aldea global si, reforzando los vínculos positivos que siempre ha tenido las relaciones en un pueblo: ayuda mutua, solidaridad, apoyo… y creedme, de estas también hay y estoy seguro que más que las anteriores.

1 comentario:

  1. Uff qué mal rato has debido pasar con todo esto. Por un lado parece imposible que alguien no acceda a nuestros datos. Es decir, nuestro DNI está en todas partes, aunque no participes en las redes sociales pueden tener acceso a este dato. Realmente, tienes razón, tenemos que DENUNCIAR siempre. Te dejo por aquí un enlace interesante http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-noche-tematica/lnt-terminos-condiciones-uso-261013-2310/2101947/ Cuanto tengas un rato ^_^

    ResponderEliminar